No tengo tiempo, el tiempo me consume y cada vez desaparezco más y más en el valle del tiempo...Allá donde se esconden los altos sauces y se elevan los empinados montes veo la luna de hojalata; sí, es ella y no para de llorar y de gimotear, allá en el ocaso del sol.
Dime Luna qué te pasa, dime luna todas las penas de tu alma, despojos de las alegrías pasadas. Dime cándida luna si en la aurora se divisa tu nombre dime alma consolada si la vida se te escapa.
No llores más pequeña mía, basta. ¿Qué sería de las estrellas sin el aura de tu luz? Qué sería de ti sin que el sol caliente cada uno de tus accidentados y doloras heridas que el tiempo te ha ido mandando? ¿que el Sol soy yo? Pues ven y deja que te caliente pequeña mía porque ya estás a salvo porque a partir de ahora tu aurora va a relucir más para que la gente te vea infinitamente mejor.
No llores pequeña mía, no llores más corazón blanco pues las penas van y vienen pero las personas importantes en tu vida se quedan para siempre.
Ahora márchate y deja que tu cuerpo asombre a las estrellas, a las personas y si hace falta pequeñita mía ciégame con tu aura porque yo miraré con asombro y diré que brillaste por la gente y por último, si tienes problemas no los temas simplemente ten fuerzas para solventarlos y si en algún momento no tienes fuerzas patá brillar yo te mandaré toda mi fuerza para que brilles el doble.
Ahora tienes que irte y ser feliz.
Parece que ha dejado de llorar, ahora si que la luna de hojalata asombrará al mundo.
Dedicado a Arturo.